Cuento 2 No digas que me necesitas

Seguimos con los cuentos, aqui les dejo la segunda entrega. 

No digas que me necesitas
Autor: Julio Peñarrieta

La habitación estaba a oscuras como de costumbre, eran casi las cinco de la madrugada, Julio ya estaba levantado y cambiado, sentado a un lado de la cama, mirando con ansias la ventana, el día aún estaba naciendo y el sol apenas y asomaba unos tímidos rayos que se entremezclaban con el firmamento.
,
Mercedes todavía estaba durmiendo, la noche la había dejado exhausta y en sus oníricos pensamientos deseaba que el día no llegara. Deseaba tenerlo un poco más, soñaba con sus caricias aún cálidas en su piel, disfrutando cada segundo de sus memorias como si las viviera nuevamente. Al notar la ausencia de su amado despertó lentamente, como si llegara a esta realidad desde un lejano viaje; estiró su deseable cuerpo mientras acomodaba sus ojos a la penumbra de la habitación. Lo observó con atención, como si deseara detenerlo en el tiempo con su mirada.– Dentro de poco tengo que irme. – Susurró Julio, como si hablara consigo mismo.
– No quiero que me dejes…- respondió Mercedes sin querer mientras deslizaba su figura hacia él.
El reaccionó y la abrazó, acaricio su cuerpo desnudo, cálido, besó sus labios tiernamente mientras depositaba su cabeza en el hombro. Por unos segundos que parecieron eternos solo el unísono de sus corazones rompía el silencio.Julio volviendo a la realidad y recordando que el tiempo se acortaba, levantó su rostro por la barbilla, miró ese hermoso par de ojos café que le habían robado el corazón, besó sus labios con ternura una vez más, poniendo un dedo en medio de ellos para indicarle silencio.– Mírame. Te quiero, pero quiero que entiendas que tengo que dejarte – Dijo Julio casi susurrándole al oído – Sabes las reglas, cuando la mañana llega, no digas que me amas, no digas que me necesitas, porque realmente no creo que sea justo.
– Pero yo… – Intentó replicar ella.
– Vamos mi niña, a veces quiero soñar que seguiremos, pero cada noche puede ser la última, disfrútame mientras me tienes, ahora debes volver a sus brazos.
Mercedes asintió en silencio, lo tomó por la cintura abrazándolo con fuerza, mientras inconcientemente esperaba que el deseo de su cuerpo lo retuviera unos minutos más, tarea que sabía bien era imposible, entonces solamente intentó disfrutar del efímero momento que aún les quedaba.El sol terminó de asomarse con una orgullosa melena de luz que desterró por completo las sombras de la habitación. El día la encontró sollozando sola en la cama…(…)Era casi mediodía y Mercedes aún tenía mil cosas que hacer, recoger a su hijo de la escuela, llevar la ropa a la tintorería, hacer las compras del almuerzo, atender a su esposo y luego volver al trabajo. Ella debería tener mil cosas en la cabeza, debería pensar en como estirar el tiempo para poder abarcar todo lo que debe hacer.

Pero en lugar de eso, ella no puede dejar de recordarlo, sus labios aún desean tener el sabor de los suyos y su piel aún extraña sus caricias. Le parece extraño como después de tantos años de creerlo perdido ha vuelto a estar en sus brazos, nuevamente es suyo y que al igual que antes, puede volver a perderlo sin previo aviso.

Quizá fue ese pensamiento lo que la impulsó a desear verlo nuevamente esa noche, cosa que sabía no debía, pero por lo que había escuchado, los de su clase pronto desaparecerían.

El recordarlo le dio un escalofrío repentino, un millón de sentimientos se agolparon en su corazón: miedo, deseo, nostalgia, ira, impotencia, cariño y quizá amor.

¿Lo amaba? Era la pregunta que siempre se hizo, por lo menos la que siempre figuró en su mente desde que lo perdió, antes de ello la relación siempre había sido de amistad y cariño, se comprendían y se complementaban, ella estaba totalmente segura de que él la amaba, pero era difícil para ella misma descifrar el puzzle de sentimientos que tenía por él.

Y cuando él murió las cosas no mejoraron, todo fue tan repentino que no tuvo oportunidad de despedirse. Ahora había vuelto, era Julio, el mismo muchacho que le dedicaba poemas, que le escribía historias, que era capaz de bajarle el universo completo sólo por robarle una sonrisa.

El corazón le ganó a la mente, y se ingenió una nueva excusa para no ir a casa esa noche, le importó poco lo que su esposo pensara, total tendría toda la vida para reconciliarse, a él quizá sólo lo tendría esta noche y luego nunca más.

(…)

Ella entró en la habitación, se parecía mucho a la que él tenía cuando la conoció. Los grandes cuadros dibujados a mano adornaban los muros, el espejo en puerta del armario reflejaba directamente la cama, la mesita de noche adornada con lámparas de ese estilo tan extraño que siempre le agradaron, las grandes ventanas corredizas, de cristal opaco.

Se sentó en la cama y pensó en ponerse cómoda, quizá se probaría aquel traje de dominatriz /esclava que nunca se animó a usar con él, a fin de cuentas se conocían demasiado bien, tenían la confianza de dos viejos amigos. Estaba desnudándose cuando notó que él la abrazaba suavemente por detrás mientras besaba cuidadosamente su hombro. El contacto de esos labios con su piel le dio una sensación de satisfacción inenarrable, volteó y comenzó a devorar sus labios con un beso apasionado que parecía deseaba quitarle el alma.

Ambos cayeron en la cama, ella presurosa intentaba desvestirlo, los deseos la consumían como un dulce infierno en el cual quería sumergirlo. Julio como siempre deseaba disfrutar el momento al máximo. Besándola suavemente la miró directamente a los ojos, dejó descansar su peso sobre ella mientras acariciaba sus caderas.

– Me pasé todo el día pensando en ti. – Susurró al oído de Merce en tono de confesión.
– Yo también me pase el día entero deseando estar contigo. – Confirmó ella mientras intentaba quitarse el brasier.
– No te desvistas así mi niña, sabes que eres… – Y empezó a cantar – mi sirena, yo oigo tu canto y me ahogo en tu cadera, porque no hay cosa para mí que sea tan buena como tus labios en mis labios… – Y la besó. – Por favor baila para mí, corazón de luna…

Mercedes se levantó y haciendo gracia de todos sus talentos como bailarina aficionada, comenzó a deslizarse frente a él, contorneando ese hermoso cuerpo que poseía, suavemente fue quitándose cada una de las prendas, mientras observaba como él se sumía en deseo. Eso la excitaba más y dando pasos al ritmo de una música imaginaria, descubrió en totalidad su ser, y se abalanzó sobré él, como si fuera a arrancarle la ropa a pedazos.

Julio la contuvo en un abrazo gentil pero firme, que la hizo sentir segura, querida, amada, deseada, en fin, simplemente ella se dejó llevar por el mar de caricias en el cual estaba a punto de sumergirse.

Sintió la delicia de sus labios en su piel, la suavidad y precisión de su tacto que recorrían su cuerpo mejor de lo que ella podía esperar, ella lo deseaba hasta donde sus sentidos podían alcanzar, pero había algo en él que le evocaba una ternura y cariño inmenso, un calorcito en el pecho que solamente él podía crear, Mercedes cerró los ojos, y se entregó totalmente al amor verdadero que Julio estaba a punto de brindarle

(…)

La habitación aún estaba tibia, Mercedes utilizaba el pecho de Julio como almohada, mientras él, medio sentado acariciaba sus cabellos, besaba sus hombros y se concentraba en no perderla de vista ni un solo segundo.

– ¿Qué se siente al morir? – Preguntó ella rompiendo el silencio creado.
– Es… difícil de describir… primero duele, luego no sientes nada, todo se nubla… no vi ninguna luz, ningún túnel o por lo menos no lo recuerdo, debieron omitir esa parte cuando me regresaron… o quizá fui al otro lugar de allí abajo. – Respondió él muy a su estilo, medio en broma medio en serio.
– Pero eres el mismo, recuerdas todo lo que hemos vivido, no haz cambiado ni un solo día; eres mi niñito, aquel que perdí hace años y ahora he recuperado, desearía conservarte para siempre… – Susurró ella mientras intentaba recostarse sobre él.
– Mi pequeña, te quiero, pero no te confundas, yo soy una ilusión, cuando termines volverás a tu vida. Disfrútame mientras aún me tienes. – Besó sus labios suavemente – Sabes que al sentir todo lo que siento por ti indica que no estoy bien, se supone que al regresar no debería recordar ni sentir nada…
– Pero lo recuerdas, por favor Julio no quiero perderte, no de nuevo, ahora que realmente no me caben dudas que te amo… – Dijo Mercedes directamente del corazón
– No digas eso mi niña, no digas que me quieres, ni que me amas… esta puede ser la última noche juntos, disfrutémosla, por favor; cuando el sol nazca no estaré para abrazarte, para engreírte, y eso me dolerá, mi Merce, mi pequeña, yo desaparecí de tu vida hace buen tiempo, tu mundo continuó girando sin mí. – Y se acercó a ella como invitándola besarlo

Ella asintió, se abrazaron, pudo percibir el gran cariño que sentían ambos, pero no pudo evitar pensar en lo efímero de todo, como si fuera una broma cruel del destino ponerlo en su camino para arrebatárselo nuevamente. Quiso llorar de impotencia, pero contuvo sus lágrimas, disfrutó del calor de las caricias de Julio y de sus labios sabor a chocolate.

– No es justo. – Suspiró mientras lo besaba y acariciaba su espalda.
– La vida no es justa, la muerte tampoco. – le respondió mientras abría lentamente sus piernas y empezaba a poseerla nuevamente.

(…)

Mercedes estaba exhausta pero despierta, Julio se había quedado dormido. Ella lo miró, parecía tan frágil, tan inocente, aún conservaba esa juventud y vitalidad, seguía tiendo sus eternos 18 años.

Ella en cambio ya no era la muchachita de 20 que él conoció, ahora tenía 33 años, su cuerpo ahora era mucho más deseable, la maternidad y los años habían moldeado su cuerpo exquisitamente, sonrió al pensar en su manera desenfrenada y casi adolescente de hacerle el amor sin detenerse, no pudo evitar recordar esos días de antaño, cuando lo conoció y se convirtió en su amante, tampoco pudo evitar arrepentirse de haberlo dejado unos años después, cuando la ínfima diferencia de 2 años le parecía una barrera social infranqueable.

Ella besó su espalda, y recordó que ese joven, que su niño pequeño, como solía llamarlo, debería irse pocos minutos, el alba se acercaba y nada podía retenerlo cuando el sol terminaba de asomarse.

Le susurró al oído “Te amo” y el corazón se le resquebrajó en mil pedazos, sin poder contenerse más comenzó a llorar.
Julio despertó y la acurrucó en su pecho, acarició sus mejillas besó su frente y ella se calmó.

– ¿Sabes que siempre quise escuchar eso? – le dijo con una sonrisa.
– Sí, y fui una tonta por dejarte ir. Sí hace13 años no hubiera dudado no estarías muerto y lo nuestro sería real y hermoso, viviríamos el sueño que siempre quisiste… – Confesó ella mientras se le atropellaban las palabras en la boca.
– No te culpes, el destino lo quiso así, pero tuve que desafiar a la muerte, convertirme en el engendro que soy ahora para poder estar contigo una vez más, sabes que sólo soy un esclavo, los que me trajeron de vuelta me eliminarán hoy, después que tú te vayas, no seré más que un recuerdo nuevamente.
– ¡No! Eso no lo permitiré, debo hacer algo, no quiero perderte…
– Mi niña, no hay nada que puedas hacer, lo han decidido ellos, sabes que la opinión pública y los medios están en contra de nosotros, los míos no estamos vivos, ni estamos muertos, estamos atrapados aquí en este mundo imaginario, creado por los mismo hombres, somos un experimento fallido, es mejor así.
– Julio, tú nunca te diste por vencido, por eso te admiré siempre, jamás te vi dejar de perseverar. Por favor, por mí, no me dejes otra vez, mi alma no lo soportaría.
– Lo siento mi niña, de verdad. Pero estoy feliz de poder irme esta vez, diciendo que te amo allá en la eternidad, estoy feliz de tener esta oportunidad para despedirme de ti pequeña… Adiós mi Merce…

Ella lo abrazó fuertemente, el sol empezó a asomarse con fuerza por la ventana y cuando el último rayo terminó de alumbrar la oscuridad, Julio empezó a desparecer, volviéndose transparente, etéreo. Ella sollozando, esperó a que la habitación también desapareciera, todo se esfumaba formando una sucesión de unos y ceros. Incluso ella misma veía como su virtual desnudez era cubierta por su habitual ropa.

Se quitó el casco de realidad virtual, con los ojos algo enrojecidos por el llanto, salió de la cápsula de ambientación sensorial y caminó presurosa al mostrador. Pidió hablar con el gerente, quien efectivamente le confirmó que los amantes virtuales basados en la personalidad de un ser humano vivo habían sido eliminados en ese momento. Nadie vio con buenos ojos aquella atrocidad, especialmente porque sin explicación alguna, los sujetos conservaban los recuerdos de sus vidas pasadas. De hecho la eliminación de Julio estaba programada a realizarse 5 horas antes de que ella viniera.

– ¿Y por qué no lo hizo? – Preguntó consternada.
– Él pidió ser el último, de alguna manera sabía que usted vendría a verlo, de todas las mentes que reanimamos para este proyecto, la suya era la más prodigiosa, no cabe duda que era un genio. Por ello respeté su último deseo.

Mercedes se retiró del establecimiento sin despedirse, el hermoso sueño había terminado y era hora de volver a la realidad…

El cuento del año pasado fue: La Escolta

Cuento 1 El hijo

3 comentarios sobre “Cuento 2 No digas que me necesitas

Deja un comentario